Interés general

Queen, el recital más importante en la historia de Mar del Plata

Cómo se gestó el concierto de Queen en el "Mundialista", en marzo de 1981.

Por Bruno Verdenelli

“A veces siento que estoy de vuelta en los viejos días, hace tanto tiempo… Cuando éramos chicos y jóvenes las cosas parecían tan perfectas. Eran los días de nuestras vidas, las cosas malas eran tan pocas. Pero esos días ahora se han ido y cuando miro para atrás hay algo que es verdad: todavía te amo”.

Durante el último videoclip que grabó, a Freddie Mercury se lo ve nostálgico, aunque firme y feliz con su extraordinario legado. Ya sabe que va a morir, pero el show debe continuar. Y por eso canta con todas sus fuerzas. La canción elegida para despedirse es “Estos son los días de nuestras vidas”, cuya añoranza de juventud aparece con mágica vigencia a la hora de entrevistar a cualquier persona que haya asistido al mítico recital que Queen dio en Mar del Plata, el miércoles 4 de marzo de 1981. A todos esos afortunados se les ilumina la mirada.

Ricardo Pollera hijo (56) es un ejemplo. Su padre fue el responsable de que la mítica banda británica actuara en esta ciudad, en el que sin dudas fue el concierto más importante de su historia. Por la importancia que tenía entonces ese grupo musical y porque la visita se produjo en su apogeo.

¿Qué te parece Queen?

“Recuerdo la previa: en el ’80 yo trabajaba con mi papá, que tenía un parque de diversiones. El Play Land Park, que había comprado en Colombia. Una noche en la ciudad de Corrientes, cuando no existían los celulares ni las computadoras, yo tenía que estar en un locutorio porque él llamaba a esa hora. Entonces me comenta: ‘¿Qué te parece Genesis?’. Yo era disc jockey y tenía 20 años. En Genesis tocaba Phil Collins, cantaba Peter Gabriel… ‘¿Y qué te parece Queen? ¿Queen te gusta? ¿Qué te parece que los traiga el 4 de marzo?’, me dijo después. Y a mí me agarró mucho orgullo por ser el hijo de la persona que iba a traerlos”, rememora Pollera, 37 años después.

Y dice que “todo parecía un sueño”. “Porque no era como ahora: acá no venía nadie. Habían traído a The Police, pero no mucho más”, explica. Además, el hijo del productor publicitario -uno de los más famosos precursores de la actividad en el ámbito local- remarca que Queen le gustaba hasta a su mamá: “Tenía un amplio espectro de fans”.

Las dudas iniciales

Pollera recuerda que dudó sobre la convocatoria que podría tener un show como ese durante el mes de marzo en el estadio Mundialista: “Le dije a mi papá que los trajera en verano, porque el 4 de marzo no iba a haber nadie en Mar del Plata, pero él ya le compraba la fecha así a Alfredo Capalbo (productor porteño) porque Queen venía con una gira (presentaba el disco The Game). Sabía que íbamos a trabajar con el público de acá y se vendieron las entradas con mucha anticipación. Tenía una visión…”.

La venta de entradas

Es imposible pensar en cómo sería la realización de un show de tal magnitud actualmente en Mar del Plata. Cualquier sistema moderno de venta de entradas colapsaría y el expendio no duraría ni un día. Sin embargo, en 1981 se vivía de otra forma.

Una verdadera reliquia: la entrada para ver a Queen en Mar del Plata.

Por eso, la comercialización de los tickets para el concierto de la banda de Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y John Deacon comenzó el 1 de enero, en varios locales que Pollera Producciones alquiló en el centro. El principal quedaba en La Rioja y Moreno y si bien al estadio asistieron alrededor de 25 mil personas, se estima que se comercializaron aproximadamente 10 mil entradas menos.

La llegada de la DGI

“Yo me encargaba de la venta de las entradas y nunca me voy a olvidar que vino la DGI el día del recital, a la mañana. Llegan dos muñecos de traje, se sientan uno de cada lado del escritorio y me dicen que había una deuda que venía desde Buenos Aires y de Córdoba: Capalbo no había pagado Sadaic, Aadi Capif, no había pagado nada… Y le embargaban la recaudación de ese día a mi padre, y que después arreglara con Capalbo. Y me pareció un despropósito”, narra Pollera hijo.

Y aunque duda por un segundo, de inmediato confiesa: “Entonces hice lo que hice, evadir… Vos venías a sacar una entrada y te daba el vuelto de 50 entradas ponele… Y yo anotaba ‘Fulanito, 50 entradas’. Cualquiera que iba ayudaba. Yo era DJ y conocía mucha gente… El tipo me controlaba pero cuando llegó el tema del conteo estuvo el problema, porque no estaba ni la mitad de la plata. Discusión va, discusión viene y empezaba el recital. Así que le di mi tarjeta y me fui al recital”.

“Para mi papá, el de Queen fue el mejor show. La cosa más emblemática y grande que pasó acá la hizo mi viejo: ganó 1.200.000 dólares en una noche. Si llovía estábamos en el horno e iba a llover… Y terminó el recital y empezó a llover. No sé si fue suerte o qué. Cuando empezó Rapsodia Bohemia me di vuelta y era increíble. Ese día me saludaban todos, después no te saludan más…”, describe Pollera.

Queen en la ciudad

Las crónicas de la época indican que los miembros de Queen, junto a su séquito de familiares, representantes, asistentes y plomos, se alojaron en el Hotel Provincial.

En su libro “Queen nunca visto: mi vida con la banda más grande del siglo XX”, el fotógrafo Peter Hince recuerda el paso del grupo por “la ciudad feliz”, con especial énfasis en la caracterización del edificio diseñado por Alejandro Bustillo, con el que quedaron todos impactados.

Freddy Mercury tocando suelo marplatense.

“Nuestro hotel, el Provincial, estaba situado frente al mar y evocaba a los grandes hoteles de los años ’30 con escaleras estilo Art Decó de gran amplitud que desembocaban en un primer piso que ostentaba un cuarteto de cuerdas ejecutando una pieza sobre la pista de baile circular de piso parqué. Recuerdo ver gente sentada en pequeñas mesas tomando té y café bajo el techo de cristal en forma de domo. Todo aquello se asemejaba a la ciudad de Berlín previa a la guerra”, describe.

Una ruptura amorosa

Al relato de Hince se suma el de Peter Freestone -secretario personal de Freddie Mercury-, quien en las memorias íntimas que escribió varios años después de la muerte del cantante revela una anécdota desconocida para los marplatenses.

“La suite de Freddie tenía una hermosa vista hacia la rambla lo que, para mejor o para peor, llevó a la ruptura de su tormentosa relación con Peter Morgan”, explica Freestone.

Y agrega: “Freddie sabía que en ningún momento de su estadía en Sudamérica él iba a ser capaz de salir de shopping debido a los riesgos de seguridad. No tenía más opción que quedarse en el hotel muy en contra de su voluntad. Luego de pedirle a Peter que se quedara haciéndole compañía, este le respondió que saldría a dar un corto paseo. Sin tener otra cosa que hacer, Freddie estaba contemplando la vista desde el balcón de su habitación cuando vio a Peter caminando por la rambla próxima a la costa con un joven a quien Freddie no conocía. Inmediatamente pudo ver que no se trataba de dos desconocidos debido a lo que dejaba entrever el lenguaje corporal de aquellos. Lo que finalmente convenció a Freddie de ponerle punto final a la relación fue que Peter Morgan negó rotundamente haber estado caminando por la rambla a su regreso al hotel”.

“Dormían en Batán”

Pollera también acredita que Freddie Mercury llegó junto a un “acompañante sentimental” a Mar del Plata. Y si bien admite que el cantante pasó tres días en el Hotel Provincial, jura que durante las dos noches en las que el grupo estuvo en Mar del Plata durmió en una quinta que su padre tenía en Batán.

Igualmente, como eran otros tiempos, a pesar de las extremas medidas de seguridad tanto Mercury como los demás miembros de la bandas pudieron salir a pasear. El cantante caminó por un sector de la peatonal San Martín y hasta le firmó un autógrafo a un albañil sobre un tablón de madera. Y el guitarrista Brian May, en tanto, se dio el gusto de ir con su mujer y su pequeño hijo al viejo Ital Park.

Un cruce de regalos

Pollera hijo también recuerda: “Es muy difícil acceder a las estrellas de rock, hablar o tocarlos. Pero Queen no era tan inaccesible. Tenían su gente de seguridad, pero igual podías ‘pegar onda’. Con Brian May pude hablar, en un inglés y en un español raro. Le regalé un charango y lo sorprendí. Nunca había visto uno, lo miraba, no lo podía creer… Le encantó. Yo quería que lo toque. Y él me regaló una campera muy veraniega, que parecía de papel”.

En tanto, durante una de las noches los músicos -con excepción del cantante- fueron a cenar junto a los productores locales a “Los viejos vagones”, un restaurante de la avenida Constitución que en ese momento era de lo mejor que había en la ciudad.

“Hablando de comida -añade Pollera-, hay una anécdota más. Un día antes del recital, todos los plomos, los de seguridad y todos los que estaban en el Hotel Provincial se plantaron. Si no les cambiábamos el menú no había prueba de sonido. Era justo ese día. Estaban podridos de comer ravioles. Tuvimos que salir corriendo a comprar milanesas con papas fritas. Eran un montón… (risas)”.

“Unos tales Moura”

Entre las innumerables historias curiosas que se produjeron en torno a Queen, Pollera rememora: “Yo tenía una relación buena con la gente de lo que después fue la radio Rock and Pop. Y un día se me aparecen con unos tales Moura, que querían tocar como teloneros de Queen. Les tuvimos que decir que no, porque toda la música que se escuchaba en el preconcierto era de bandas que se escuchaban en ese momento. Bandas que promocionaban ellos, no era música en vivo. Punk, música moderna de entonces… Y el recital de ellos, que después se hicieron famosos siendo Virus, no se pudo hacer porque había un contrato firmado”, revela Pollera.

Como eran otros tiempos, muchas de las historias relacionadas al recital de Queen en Mar del Plata quedaron escondidas. No se hicieron públicas en los medios y aún están ahí, a la espera de la indagatoria de los curiosos. Pero algo se puede dar por seguro: a medida que pasan los años, y como suele ocurrir con eventos magníficos e irrepetibles, el show de la banda británica en la ciudad se vuelve más legendario. Igual que esos increíbles días de nuestras vidas.

 

La fan que irrumpió en el

auto de Freddie Mercury

Marina Caymaris nunca olvidará aquella mirada gélida en el estacionamiento del Hotel Provincial. El bigote tupido sobre la enorme boca cerrada y la mandíbula dura. Los ojos negros, impávidos. Por eso asegura que la expresión de Freddie Mercury tras descubrir que ella, una joven fan de 19 años, había logrado introducirse en su auto pese a las medidas de seguridad imperantes, hizo que la devoción que tenía por su ídolo se transformara para siempre.

“En esa época tenía 19 años. Empezaba la facultad y una amiga me dijo que venía Queen. Eramos súper fans. Y terminamos yendo al aeropuerto en colectivo. Verlos de cerca bajar del avión con sus hijos y sus mujeres, fue shockeante. Nosotras sabíamos que iban a parar en el Provincial, pero pensamos que no nos iban a dejar entrar”, adelanta. Pero rápidamente se detiene.

Es que quiere recordar cada detalle y que su relato siga un orden cronológico. “Una amiga de mi mamá era enfermera y trabajaba en el hotel. Y ahí había algo de gente, pero no era como ahora que hay 30 cuadras de cola cuando viene un cantante. Fui y pregunté por ella, dije que me sentía mal, que justo pasaba por ahí. Cuando llegó, le admití que no me pasaba nada, que solamente quería ver a Queen. Y me explicó que en el lugar estaba Juan Alberto Badía, que lo buscara a él, que era re macanudo y estaba haciendo una nota con ellos”, indica.

Y agrega: “Subimos en el ascensor y los vimos a todos, menos a Freddie Mercury, que era a quien a mí me interesaba ver. Pero nosotras sabíamos inglés, yo soy profesora, así que hablamos, les pedimos un autógrafo y les preguntamos dónde estaba Freddie”.

El autógrafo que consiguió la fan y que atesora 36 años después.

Excepcional entendedor del fanatismo por los artistas y de las dificultades que habría para consumar el encuentro, fue Badía quien intervino para ayudar a las jóvenes fans. “Nos dijo el piso y la habitación. Yo le fui a golpear las puertas, salió la persona que estaba con él y empezó a gritar que no teníamos que estar ahí. Y cuando tomamos el ascensor, el ascensorista nos dijo que a tal hora se iban a ir del hotel para ensayar. Nos dijo que iban a salir por la cochera y que nos iba a llevar hasta ahí. Entonces nos quedamos escondidas atrás de unas barras de café que había cerca de la salida a la cochera. Y en un momento bajaron todos”, explica Marina, como si hubiera sido ayer.

Finalmente, describe el desenlace de la anécdota: “En ese momento no sabíamos las cosas de Freddie Mercury que sabemos hoy. Yo me acerqué y él ni me miró. Y me acuerdo que se subió a un auto… Atrás se iba a subir el guardaespaldas y yo me metí antes, por abajo de su brazo, para pedirle un autógrafo. Nunca me voy a olvidar de su cara. Estaba serio. No era la persona que yo veía arriba del escenario. Le pedí un beso y me lo dio, me firmó, y se fueron. No me dijo nada. Después me enteré que era fóbico y muy tímido. Para entonces, ya teníamos los cuatro autógrafos pero después de lo que habíamos vivido, el show no me hizo tanto ruido, no me sorprendió tanto”.

Nota publicada en mayo de 2017 que forma parte de la sección Hemeroteca LA CAPITAL

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